Edinson Cavani ha sido noticia en los últimos días no solo por su lesión en el encuentro ante Portugal, sino por una carta que dirigió a su yo de nueve años; un escrito aleccionador donde da constancia de sus humildes orígenes y de su inequívoco amor por el balón. Recuerda el jugador que durante su niñez en casa no tenía calefacción, ni ducha caliente, y en algunos casos, ni siquiera un baño dentro de su hogar. Sin embargo, admite añorar la libertad de esa época y su capacidad de ilusionarse con que lo premiaran con un helado si anotaba el último tanto del partido.
Oriundo de Salto, un pequeño pueblo de Uruguay, Cavani habla con garra sobre su color: “cuando nos ponemos la celeste, sentimos el orgullo de nuestra historia”. Así también lo siente Luis Suárez, su compañero de selección que nació en el mismo pueblo, y que quiso dejar claro que su contrincante francés aunque sienta empatía por su país no lo vive de la misma manera: "Griezmann no sabe lo que es el sentimiento uruguayo. Él no sabe la entrega que tenemos para triunfar en el fútbol con los pocos que somos”.
Bien lo decía Eduardo Galeano refiriéndose a la pasión uruguaya por el futbol “en mi país las maternidades hacen un ruido infernal porque todos los bebés se asoman al mundo entre las piernas de la madre gritando gol”. Un país pequeño de tres millones de habitantes, que están esperando la recuperación del delantero del PSG y por qué no, ganar su tercera Copa del Mundo. Historias como las de Cavani permiten pensar que para lograr tus sueños te puede faltar todo, menos la pasión.
Por: Mariana Guzmán Foto: twitter.com/Uruguay