De chándal y sencillo caminar, parece tímido hasta que te empieza a contar sus anécdotas y vivencias. Con una serenidad que invita a querer saberlo todo desde que salió de aquel pequeñito pueblo de Navarra a sus nueve años para irse a vivir a San Sebastián donde trabajaba su padre. Tenerlo cerca te provoca curiosidad. ¿De donde vino y que ha sido de aquel chaval que conquistó los corazones de todos los culés junto a Guardiola, Stoickov, Romario y Koeman?
Un café cortado para mi y un espresso para un cliente más que habitual en el conocido hotel de Sitges, un balneario en la costa mediterránea catalana. Es en esta localidad a treinta y seis kilómetros al sur de Barcelona donde hoy en día vive el legendario José Mari Bakero junto a sus hijos y su esposa, con quien comenta que, a pesar de las tradicionales peleas y los años sigue casado. Felizmente.
El XI inicial de su vida
Suele contar que empezó a hacer deporte a la hora de comer. “En casa la mesa no era muy grande y cuando tocaba la hora de la comida, mi madre nos llamaba y subíamos corriendo a coger espacio.” Ahí comenzaba la competitividad deportiva entre una familia de once, un equipo de fútbol conformado por sus hermanos y hermanas. Desde muy pequeño recuerda jugar al fútbol en la playa de San Sebastián, aunque confiesa que nunca soñó con ser futbolista profesional. “He tenido la suerte de ser de la última generación que he hecho deporte porque me ha tocado,” cuenta entusiasmado. “Jugaba bien en la playa, con quince años tenía un contrato profesional y un día me encontré que con diecisiete años estaba jugando en primera división,” continua como si aún no se lo creyera ni el mismo.
“Hoy en día es un sueño jugar al fútbol, ser Messi, yo nunca tuve ese sueño si no que me lo encontré de golpe”.
¿Quien se imaginaria que un jugador del “Dream Team” no habría soñado con ser parte del mejor Barça de la historia? Hoy todos los niños sueñan con jugar fútbol profesional, con dominar la liga española y jugar cinco finales europeas. Para el niño Bakero el sueño fue más bien un golazo del destino. “Lo hacia por instinto y porque me gustaba el deporte y el futbol”. Pero jamás se imaginó que a sus treinta y cuatro años estaría despertando de un sueño para perseguir otros nuevos y más grandes.
“Creo en el destino, pero tienes que saber aprovechar las circunstancias”.
El fútbol y la vida
Ha cambiado mucho el fútbol desde 1978 cuando empezó a jugar por diversión en aquella playa de Guipúzcoa. “El fútbol y la vida,” dice con firmeza.
“Yo siempre digo que el futbol es la vida.”
José Mari confiesa que acabó agotado cuando se retiró y no quería volver a saber nada más del fútbol. Después de un par de años, lo llamó Televisión Española para narrar la Champions y fue entonces que volvió a quedar enganchado. “Comencé a comentar los partidos desde un punto de vista más táctico, no tanto de comentarista, si no de especialista, y ahí me enganché. Al día siguiente me apunté en el curso de entrenadores.” Desde entonces su profesión lo ha llevado alrededor del mundo como director técnico, y asegura que es la carrera que más disfruta. “La pasión la siento realmente entrenando. Me gusta la intensidad y vivir la adrenalina que te da entrenar un buen partido”.
“Me gusta el espíritu que te da trabajar con chavales jóvenes.”
Sin embargo, el puesto que le ha dado grandes lecciones de vida es el de Consejero Deportivo de la Generalitat de Catalunya. Admite con cierta timidez que durante esta etapa profesional se encontró con atletas de diferentes disciplinas con medallas olímpicas.
“Me venían a pedir trabajo por mil euros y hasta me daba vergüenza recibirlos”.
Atletas igual de exitosos pero ni con la sombra de popularidad que puede llegar a tener un futbolista de su talla. Se los imaginaba pensando… "¿Como es que este tío que lo ha tenido todo está aquí?" “Fue una época que me hizo reflexionar muchísimo sobre los valores del deporte”, comenta Bakero en un todo bastante introspectivo.
“Los futbolista vivimos en una burbuja que no es real, tanto como jugador como entrenador vives un mundo que no tiene nada que ver con la realidad.”
El padre ídolo
Compara su realidad de niño con la de sus hijos, “nosotros en aquella época teníamos más dificultades pero una vida mucho mas simple”, hoy en día los chicos “tienen otras herramientas de vida, otras preocupaciones”. El ex-futbolista es padre de dos, Lorea y Jon. El entrenamiento ya es parte de su día a día, el técnico coordina y el padre también, “estamos educando a los jugadores y a los hijos”, pero hoy en día, el rol de padre como el de entrenador es muy diferente. Ya nada es como antes. “Antes los padres mandaban y los hijos hacían. Hoy los hijos preguntan, ¿porque tengo que hacer eso? y tienes que responder. Tienes que tener argumentos… Cuando entrenas es un poco lo mismo.”
Para su hijo sería un sueño lograr lo que en aquella época su padre, y para su hija también pero lo que en una época más reciente. Jon es futbolista y Lorea ya tiene bastante definida su vocación como periodista deportiva. Cada uno se ha inclinado profesionalmente por seguir los pasos de su ídolo en diferentes etapas de su vida.
Jon es estudiante y jugador en Wake Forest University y dicen los que bien saben del deporte rey que tiene calidad para llegar a un buen nivel. Sin embargo, insiste José Mari que el futbol ha cambiado mucho… “Y la vida. El futbol y la vida,” y que siempre le recuerda a su hijo y a sus amigos que "hay que tener sueños, pero ser consciente de las dificultades que tienen estos sueños."
Indagando sobre la carrera deportiva de Jon me encuentro con un padre cuya prioridad es la educación de sus hijos. Por su perfil en Twitter esta clarísimo que Jon Bakero es un chico muy familiar, y hoy en día aprovecha sus estudios universitarios para destacar en la NCAA de Estados Unidos.
“Siempre hemos buscado que el deporte sea parte de su vida, no el centro de su vida,” me responde firmemente José Mari. “Hemos decidido que lo mejor es que estudie.” Ahora tiene la oportunidad de combinar su pasión por el futbol con una carrera universitaria.
Su hija, Lorea nació en pleno apogeo de su carrera deportiva y parece haber llegado al mundo con una noción clara del deporte. A sus veinte años ya habla de futbol y política con una naturalidad que muchos periodistas envidiarían, colabora en el programa El Penalti y trabaja como redactora en Mundo Deportivo. Su padre asegura que su incline profesional hacia el deporte desde muy joven ha sido por vocación propia. “Las mujeres a los quince años tenéis más seguro lo que queréis hacer que los niños". “En eso estamos de acuerdo”, le respondo y se ríe.
Cuando nació tenia treinta y dos años, y “una cierta madurez”, dice recordando aquel momento tan especial en su vida. Me confiesa que el y su mujer, para entonces tenían cuatro años intentando ser padres. Sin embargo, en el momento que nació su primera hija “tenía la edad adecuada y mi vida personal ya no afectaba tanto mi desempeño como futbolista.” Por eso se comenta que el tiempo de Dios es perfecto.
Hablando de madurez y futbolistas aprovecho la oportunidad para tocar el tema del “baby boom” en el Barça de hoy. Parece que los jugadores del primer equipo se han puesto de acuerdo para engendrar al Barça del 2030.
Posiblemente Milan Piqué y Thiago Messi sean los ídolos de generaciones por venir, y grandes admiradores de sus padres, como Jon. Sobre esta tendencia entre los jóvenes futbolistas José Mari nos explica un poco desde la perspectiva de alguien que ha vivido esta experiencia en carne propia. “El deporte en general hace que muchos se casen muy jóvenes, porque la vida social es mas complicada, los medios de comunicación te siguen… Si sientes algo por una persona, te enamoras de una persona, hay un enganche, te aferras a esa discreción que quieres llevar en tu vida privada y eso te lleva a tomar ciertas decisiones.” También asegura que “hoy en día los jóvenes están mucho mas preparados de lo que estábamos nosotros, y tienen mucha más madurez (emocional).”
El Míster de la casa
Como futbolista le conocemos, como entrenador también, pero poco se conoce sobre sus inquietudes a la hora de dirigir al equipo de su vida, su hogar, su familia de “inmigrantes internos”, como el mismo la describe. “Yo soy vasco, mi esposa granadina y mis hijos catalanes,” pero a pesar de las diferencias culturales son muy unidos. “Hemos viajado mucho y prácticamente siempre estamos juntos.” Considera que ha tenido una vida de suerte y que el fútbol le ha dado la oportunidad de llevar a sus hijos a conocer el mundo. “Tienen que ver que el mundo no se cierra en Sitges, San Sebastián o Barcelona”.
“La riqueza de una persona esta en viajar.”
Con estás palabras me responde sobre la mayor enseñanza que quisiera dejar a sus hijos quienes “quizá discuten más que la mayoría de hermanos, pero cuando van haciéndose mayores les van quedando estas vivencias que son muy positivas.” Por su manera de hablar sobre su familia podemos darnos cuenta de cuanto ama su papel de padre.
Más que un futbolista, un ídolo, un técnico, José Mari Bakero nos demuestra, sin hacer el intento, que es un ejemplo de sencillez y humildad. Entrenar es su pasión, pero nos deja claro que su carrera más importante comenzó en 1995, tres años después de haber ganado la primera Copa de Europa para el Barça en Wembley. Sus hijos siguen sus pasos profesionales y absorben cada lección de vida que procura dejarles este fascinante ex-futbolista greñudo con el que te faltan horas y varios cafés para que te cuente más. El fútbol, que es lo mismo que la vida, le ha enseñado que “el mundo es lo que uno intenta hacer de el, y cada quien va encontrando su propio camino y su propia personalidad”. Un mundo cada día más pequeño en el que hoy he tenido el privilegio de sentarme a tomar un café contigo.
Eskerrik asko José Mari.