Siendo sinceras... ¿Quién no se ha comido un pote entero de helado mientras llora de despecho con Adele a todo volumen? Muchas veces comemos, no por hambre, sino por tristeza, ansiedad o estrés.

Esto es conocido por los expertos como “alimentación por emoción,” y se calcula que 75% de las veces que comemos en exceso se debe a una motivación emocional.

En vez de sentirte culpable por haberte comido el pote de Nutella a cucharadas, aquí te dejo la solución:
Primero analiza si de verdad tienes hambre. Por lo general, comemos por emoción cuando aparece un repentino antojo por alguna comida en especial y no puedes parar. A diferencia del hambre física que, una vez satisfecho, dejas de comer.
Aprende a reconocer cómo te sientes, si hay algo que te está afectando o te hace sentir mal. Una vez tengas esta respuesta, invierte tu energía en algo productivo, ya sea actividad física, hobby, leer un libro, etc.
Elimina las tentaciones de tu casa. No es necesario que estés controlando el deseo de ir a la cocina a comerte todas las galletas. Ten a la mano frutas, o barras de proteínas que te ayuden a merendar de manera saludable.
Celebra cada logro. Si lograste alimentarte sano por una semana, prémiate haciendo algo que te guste, saliendo con tus amigas o yendo de compras.

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